Inspirado en la película rusa "Tchelovek Amfibia" y en una historia contada por los nativos del Amazonas, donde se hablaba de una raza de criaturas capaces de vivir tanto dentro del agua como fuera, el escritor Maurice Zimm publicó un relato de terror en el cual una expedición americana se adentró en la selva amazónica esperando encontrar el eslabón de la creación: un ser bípedo, un celacanto, de estatura y apariencia humana, pero con escamas en lugar de piel y agallas como orejas. En ese relato se hablaba cómo ningún miembro de dicha expedición volvió nunca y cuando fueron en su búsqueda solamente encontraron una cámara de fotos. Una vez reveladas las fotografías, en una de ellas vieron a una criatura de más de dos metros de altura, puesta en pie amenazadora, pero con una piel que recordaba a un pez.
Este asombroso cuento fue escuchado por el productor William Alland durante una cena en casa de Orson Welles, y aunque en esos momentos estaba ocupado en promocionar a las nuevas estrellas Rock Hudson y Tony Curtis, su afición al cine de terror le hizo esbozar muy rápidamente un relato de apenas tres páginas, titulado "The sea monsters", en la cual quería reflejar una nueva versión de La Bella y la Bestia.
Esa fue la base de partida para que los guionistas Leo Lieberman, Harry Essex y Arthur Ross, elaborasen poco a poco el argumento básico, no sin antes descartar ideas macabras y puramente terroríficas, centrándose en hablar de un hombre-pez, el último ejemplar de su especie, el cual sería perseguido hasta la muerte por una pandilla de científicos. El espectador se tendría que poner de parte del monstruo (como antes lo hiciera con Frankenstein) y perdonarle las muertes que ocasionara. A fin de cuentas, mataba solamente para sobrevivir o por amor hacia la bella científica.
Aunque hubo alguien que insinuó una escena de amor entre la bella y el monstruo, e incluso un hijo de ambos, la férrea moral de aquellos días anularon cualquier intento de morbo y hasta las manos de la Criatura del Lago debían tocar a la chica solamente en los lugares adecuados. Si la bestia quería llevarse a la chica con él era por su belleza, nunca para hacer el amor con ella, y eso es algo que Joseph Breen quería dejar bien claro.
La historia, pues, ya estaba casi definida: un grupo de paleontólogos viajaría a La Laguna Negra, en el Amazonas, en busca de fósiles que explicarían la teoría del paso del pez al hombre, pasando por una raza de anfibios. La expedición estaría formada por un científico ecologista, quien debería frenar los intentos del capitán para destruir a la bestia, una guapa mujer que seduciría por igual al capitán y a La Criatura (además de provocar pasiones en el espectador), un timonel simpático, un nativo que conociera bien el gran río y, por supuesto, un monstruo que produjera terror con solo nombrarlo.
LA BELLA
Como la historia iba a girar entre el mito de La Bella y la Bestia, la bella debía ser una guapa chica, aunque de pechos nada exagerados, y poseer unas piernas que quitasen el hipo, más que nada porque se iba a pasar toda la película en bañador. La elección recayó en Julie Adams, quien estaba bajo contrato de la Universal y había ganado anteriormente un premio por tener las piernas más perfectamente simétricas del mundo, mérito que hoy día sigue vigente.
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