Aunque el mito de La Bella y la Bestia es ciertamente muy antiguo, el emparentar a una mujer con un simio entraba más en el sendero de la repulsa que en la lírica amorosa y nadie se atrevió a insinuar un binomio así, salvo el dibujante Willis O'Brien.
O'Brien, nacido en Oakland (California), en 1886, se especializó en arqueología, pintura y escultura, lo que le permitió un empleo en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York. Su fama como experto en animales antiguos era muy alta y por ese motivo le encargaron un cartel anunciador de la película "El mundo perdido", en el cual se veía por primera vez en el cine a un gorila gigante atacando a unos exploradores. Con esa idea y contando con antecedentes en "Los viajes de Gulliver" y "Los crímenes de la calle Morgue", elabora una especie de guión para una película titulada "Creation", la cual nunca fue llevada a la pantalla. Posteriormente, sus trabajos en el cine le valieron un oscar a la animación en la película "El gran gorila" (1939).
Sin embargo, y aunque la autoría en el arranque de "King Kong" es suya, justo es reconocer que quizá el mérito original estuvo en el escritor Edgar Wallace, quien estaba ya redactando el argumento de una película que se titularía "La bestia" o "El rey mono", aunque su repentina muerte truncó la buena idea.
Lo cierto es que para efectos prácticos, fueron los dibujos de O'Brien y su colaborador Byron Crabbe los que llegaron a manos del vicepresidente de la RKO, David O. Selznick, el cual llamó para perfeccionar la idea a James A. Creelman y Ruth Rose, quienes adaptaron para el cine la idea del simio gigante. El proyecto vio por fin la luz verde cuando Marian C. Cooper se hizo con la dirección de la RKO unos meses más tarde, contratando para que le ayudase en la dirección del nuevo film a Ernest B. Schoedsack, marido a su vez de la guionista Ruth Rose.
Lógicamente y dado el bajo presupuesto, la película no se podía rodar en el corazón de África y se eligieron los escenarios naturales de San Pedro, así como algunos de los decorados de la RKO que se habían utilizado en filmes anteriores, incluyendo algunos de "Rey de reyes" de Cecil B. de Mille, los cuales serían posteriormente aprovechados de nuevo en "La diosa de fuego" y en "Lo que el viento se llevó", donde serían definitivamente destruidos para recrear el gigantesco incendio de Atlanta.
LOS EFECTOS ESPECIALES
La película costó seiscientos mil dólares de entonces y tardó en concluirse casi un año, más que nada a causa del complicado montaje de laboratorio que exigía. Además, los efectos especiales fueron los mejores protagonistas de la obra y se utilizó el eficaz pero lento sistema de animación fotograma a fotograma en el cual cada segundo de proyección exigía 24 fotografías distintas. Multipliquen esta cifra por los segundos de actuación del gorila gigante y se darán cuenta del trabajo tan intenso que se realizó.
Luego estaban las maquetas (recuerden que todo se rodó en un decorado que simulaba la selva) y el gorila mismo, el cual nunca fue un gorila auténtico sino veintisiete gorilitas en miniatura de apenas 45 centímetros de altura. Construidos en aluminio y recubiertos con piel de cordero, se deterioraban con rapidez y por eso se hicieron necesarios tantos muñecos iguales. Su pequeño tamaño, por supuesto, estaba acorde con las maquetas, tremendamente enanas a su lado una vez proyectadas en la pantalla.
Para los primeros planos y en especial para dar realismo a las escenas entre la bella y la bestia, se construyeron una mano y una cabeza gigantes, movidas mediante multitud de cables y resortes gracias a varios operarios que trabajaban desde dentro. En concreto, los ojos requerían tres operarios para moverlos al unísono y los movimientos de la cabeza necesitaron cuatro personas. Para las mandíbulas se construyó un motor que funcionaba con aire comprimido, dientes que debían aplastar totalmente a los infelices que caían a su alcance.
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