Una escena especialmente complicada fue cuando le prenden fuego con gasolina. En un principio debería ser un especialista con un traje de amianto el que hiciera la escena, pero al final fue todo un truco de laboratorio. Chapman estaba en pie, le golpean con el farol lleno de combustible (agua, por supuesto) y lo mezclan luego con la imagen del especialista en llamas. El resultado fue estupendo y apenas se vislumbra el truco.
Otra secuencia peligrosa fue cuando le atacan con un machete dirigido a la cabeza, el cual debería parar con sus garras. El problema era que Chapman apenas podía ver a través de la máscara y el machete hizo impacto en plena cabeza, aunque afortunadamente la hoja no tenía filo y la gruesa goma del casco le protegió. Después tuvo que llevar a Julie Adams a través de una cueva y la misma dificultad para ver bien hizo que la golpeara en la cabeza contra las rocas (de yeso), lo que motivó que se utilizara una doble para la demás escenas de peligro. Aunque la chica tenía asegurada las piernas, la cabeza indudablemente también era importante.
El resto del rodaje transcurrió sin más incidentes y era frecuente ver a Rock Hudson acudiendo a charlar con el Monstruo y pedirle que nadase un poco delante de él. Por desgracia, nadie del público pudo saber nunca quiénes estaban debajo del estupendo disfraz de monstruo, ya que la Universal pretendía que se llegara a creer que la criatura era real, traída directamente de la selva amazónica. Por eso, si no ponían en los títulos de crédito quién hacía el papel de monstruo, llegarían a pensar que verdaderamente era un hombre anfibio.
Chapman no interpretó al monstruo en la segunda parte del film y esto es algo que nadie sabe el motivo, ya que su papel estuvo francamente a la altura exigida. Fue reemplazado por Tom Hennesy y aunque la explicación que le dieron fue que no tenía el suficiente talento, hay quien piensa que fue por su amistad con William Alland (el productor), de quien se decía era comunista, algo muy mal visto en los años 50 gracias al senador Joseph McCarthy.

Diseñado por Bud Westmore y contando con la ayuda del escultor Chris Mueller, la maquilladora Millicent Patrick y el especialista en maquetas Tom Case, diseñaron en principio un traje que fue rechazado enseguida, ya que no daba aspecto de hombre-pez, ni mucho menos infundía terror. Parecía un mono elástico de goma al que se le habían pegado unos mechones de cabello negro.
Posteriormente elaboraron una malla de goma espuma, la cual se pegaba totalmente al cuerpo del actor, aunque al final sería el látex el material que se emplearía para esta segunda piel. Aunque al principio se trabajaba con el traje puesto en el actor, después hubo que hacerlo sobre un maniquí pues el pegamento que se utilizaba para unir las agallas sintéticas irritaba mucho la piel y producía un calor enorme al secarse.
Sobre el molde se dividió el traje en varias partes, hasta un total de diez, y cada zona cubría una parte del cuerpo, lo que facilitaba sensiblemente la labor de quitarlo y ponerlo. Por supuesto, la cabeza era lo último que se ponía. Debajo del cuello y hasta llegar al ombligo, el actor llevaría una chaqueta blindada y en los pies y la parte posterior del traje una placas de plomo. La razón no era otra que asegurar la permanencia debajo del agua del monstruo, pues el traje por si sólo lo llevaba siempre a la superficie. Además, este sobrepeso era especialmente útil en tierra, al proporcionar así unos andares más imponentes y terroríficos.
La parte más complicada de resolver eran los ojos, pues al estar bastante hundidos con respecto a la careta (había que lograr un efecto de ojo de pez), el actor apenas podía ver. Al principio se utilizaron lentes similares a los pescadores de perlas pero el agua entraba en ellos con facilidad. También fueron desechadas las máscaras de buceo porque sobresalían demasiado y hasta hubo unas lentillas especiales. Al final, no utilizaron nada y esto motivó que el actor apenas podía ver algo que no estuviera totalmente frontal y tenía que ser orientado continuamente con gestos, luces y voces.
El traje, de un color verde y marrón fuerte, costó 18.000 dólares y se tardó nueve meses en construir, empleándose nada menos que 32 modelos de cabezas y un total de 50 kilos de goma espuma. El resultado final fue el deseado: la criatura daba miedo, pero también inspiraba dulzura y compasión. Para darle más realismo, las agallas del hombre-pez estaban conectadas a unos tubos de goma disimulados por la parte de atrás del traje, las cuales se inflaban a voluntad, dando así un efecto de pez que respira. Cada vez que el monstruo abría la boca, el ayudante metía aire a las agallas y así daba la impresión de que era el jadeo lo que proporcionaba el movimiento.
Nadar con el traje puesto al completo fue una gran experiencia, aunque no especialmente complicada pues las enormes aletas de manos y pies facilitaban el movimiento. Al final, cada día había que hacer el largo y penoso proceso de quitar el traje. Primero la cabeza que tenía una cremallera trasera oculta por una aleta, después los guantes con las garras que también llevaban cremallera oculta, las botas que llegaban hasta la pantorrilla, los cubremuslos y un torso que cubría casi totalmente el pecho, los brazos y los hombros, todo con sus cremalleras correspondientes. El proceso de ponerlo duraba casi dos horas, incluido el maquillaje complementario y se hacía necesario muchas veces pequeñas grúas para movilizar al actor de un lado a otro, dado el gran peso que tenía que mover.